Era noche cerrada. La calabaza de ojos triangulares y dientes fantasmagóricos dio un salto con la intención de salir a pasear. El pequeño Drácula se puso en pie de un brinco, ¡se moría de ganas de enseñar a todos la capa nueva que le había regalado su madre! La bruja tenía todas sus pócimas listas, esa noche iba a probar algunas. El fantasma, por su parte, lucía una reluciente sábana blanca con la quería hacer ‘¡Buh!’ a todo el mundo.
¡Era noche de Halloween y todo podía pasar! De repente se oyó: ‘Luca, a la mesa’. El pequeño se levantó, cerró el libro y todos los personajes del cuento quedaron atrapados dentro; era la hora de la cena, Luca debía dejar el cuento para más tarde.